ºººEllos quieren sexoººº

http://www.vanitatis.com/cache/2008/12/12/51eroticon-dentro.jpgLa ciencia ha revelado las raíces biológicas de la lucha del hombre por el sexo, y ha encontrado que el poder es uno de los mejores afrodisiacos. Le invitamos a descubrirlo. El emperador Gengis Kan era un tipo que no le prestaba mucha atención al papel que le correspondía de-sempeñar al hombre y a la mujer en la sociedad de aquel entonces. Él sólo pensaba en el sexo y el poder, y no le importaba decirlo.

“El gozo más grande que el hombre puede conocer es conquistar a sus enemigos, traerlos a su presencia, montar sus caballos, quitarles sus posesiones y hacer el amor con sus mujeres”, así lo dejó expresado el Emperador.

Gengis Kan conquistó dos terceras partes de lo que al principio del siglo 13 era el mundo conocido, y formó un Imperio que se extendió desde Europa del Este hasta Corea.

Gracias a los objetivos de sus conquistas, pudo haber establecido el récord de todos los tiempos en lo que se refiere a “éxito reproductivo”; de hecho, un documento escrito 33 años después de su muerte le acredita haber dejado cerca de 20 mil descendientes.

Tanto así que ahora los investigadores han estimado que ocho por ciento de las personas que viven en lo que otrora fue el “Imperio Mongol”, llevan en su genoma muchas características del antiguo Emperador.

Buscadores de estatus

Las maneras de ser del hombre han mejorado notablemente desde los días de Gengis Kan. Por ejemplo, los harenes pasaron de moda hace siglos, y a pesar de que permanecen algunos remanentes, la mayoría de los hombres de ahora rechaza la poligamia, el pillaje y los ideales opresivos.

Aunque en el fondo seguimos siendo los mismos animales de hace 800 años. Lo cual quiere decir que somos buscadores de lo que nos hace sentir poderosos. Podemos platicar de igualdad y fraternidad y lanzarnos a luchar por la diferencia de clases, pero seguimos yendo directamente a formar jerarquías y —como Gengis Kan—, continuamos galopando en busca del éxito, del sexo y del poder.

Es una tendencia que no podemos abandonar. De hecho, los científicos han comenzado ha descubrir que la búsqueda de sexo y estatus no es un hábito, ni tampoco una tradición cultural, sino una característica de diseño propia de la psique masculina.

La búsqueda de dominio desvía nuestras percepciones, decide sobre nuestras amistades, forma nuestro carácter e incluso afecta nuestra salud.

Pero no siempre somos de lo peor. Las jerarquías pueden ayudar a crear mucha armonía y pueden contribuir a la lucha contra la injusticia. Y los hombres no son los únicos que anhelan estatus, también las mujeres, pero ellos lo buscan más arduamente que ellas, en cualquier etapa de la vida.

Desde la infancia

Los estudios sugieren que los niños son más asertivos que las niñas, más activos y más competitivos a cualquier edad.

Mientras que las niñas se unen para participar en los juegos escolares, los niños, desde la edad de seis años comienzan a establecer jerarquías dominantes y siempre tratan de mantenerlas, tanto en los juegos rudos como en los sencillos.

Cuando son adolescentes, los niños son más arriesgados que las niñas. Cuando son adultos, se molestan menos por las disparidades sociales, y están menos dispuestos a compartir sentimientos íntimos con los amigos del mismo sexo.

“Las relaciones entre hombres son como aproximaciones”, dice una psicóloga. “Ellos se apoyan unos a otros y comparten intereses y actividades, pero a pesar de ello siempre se preocupan por permanecer a distancia”.

El mismo patrón

Los antropólogos encuentran el mismo patrón de dominio masculino en todos los lugares que investigan, incluyendo el mundo de la zoología. La competencia masculina es feroz entre los grillos, cangrejos y elefantes, y también entre los primates; por ejemplo los chimpancés machos tienen una extraordinaria conducta para establecer relaciones de dominio, “de hecho ellos siempre están buscando escalar a otra posición”, dice un experto en la materia (y al igual que los machos humanos, los chimpancés responden tanto física como emocionalmente a los avances y retrocesos que logran dentro de su grupo).

Cuando el hombre se prepara para un pleito o para una conquista, su cuerpo incrementa los niveles de testosterona, la hormona del sexo y de la agresividad.

“El nivel de testosterona sube al máximo durante un enfrentamiento entre dos hombres”, dice un antropólogo, “después, la testosterona permanece alta en el ganador y comienza a declinar en el perdedor”.

En otras palabras, nuestras glándulas han sido creadas para introducirnos en un conflicto con el potencial de ganarlo; y también para desalentarnos en caso de perder la pelea. ¿Cierto?
Los evolucionistas no piensan igual. Desde la perspectiva de ellos, la vida es esencialmente una competencia para ganar, y la selección natural está encaminada a favorecer este objetivo.

¿Por qué los hombres son más dados que las mujeres a buscar un estatus dominante? Porque ellos tienen más características evolutivas que ellas para competir en este campo.

En las mujeres, la genética no puede fluir para apoderarse de infinidad de compañeros sexuales, sin importar cuánto semen sean ellas capaces de atraer. Lo que significa que las mujeres no estarían dispuestas a producir una gran cantidad de hijos.

Pero al igual que Gengis Kan, los hombres pueden reproducirse enormemente. “Diez por ciento de los hombres podría tener un monopolio del 50 por ciento de las mujeres, si así lo quisieran”, dice un antropólogo. “Se debe a que los hombres están construidos de los genes que heredaron de sus antepasados, siempre dispuestos a reproducirse”.

Por fortuna, en estos días el hombre no aspira a familias de 12 miembros. Y ahora que la monogamia y los anticonceptivos han nivelado el campo reproductivo, el “poder” es el único premio psicológico que le queda al hombre. “Por eso el poder se ha convertido en parte importante de la identidad masculina”, asegura James O’Neil, un psicólogo de la Universidad de Connecticut.

“Por eso luchamos por el éxito y vamos en tendencia ascendente”, dice O’Neil.

Ellas aman el poder

Pero aquellos hombres con más alto estatus todavía disfrutan más el sexo con diferentes compañeras que el resto de los hombres, y la razón no es un misterio.

Desde hace medio siglo los investigadores han reunido una enorme cantidad de datos sobre las preferencias de las mujeres. Ellos han estudiado las sociedades primitivas, han conducido estudios internacionales, han hecho experimentos de laboratorio y consistentemente han encontrado que las mujeres favorecen a los hombres con “capacidad de ganar dinero”, más que preferir a los individuos bien parecidos.

Para ellas tiene más sex appeal un hombre bien vestido, con un Rolex —sin importar qué tan calvo esté—, que un hombre bien parecido vestido con el uniforme de una pizzería. Así pues, para ellas, el poder, es sin lugar a dudas el mejor afrodisiaco.

Del mismo modo, la pobreza puede traer otras consecuencias. Por ejemplo, numerosos estudios han relacionado la depresión masculina con los problemas del hombre para alcanzar el éxito, el poder y la competencia.

“Una inesperada pérdida de empleo puede ser devastadora para un hombre”, dice un psicólogo, “tanto, que puede costarle no sólo su matrimonio y su propia autoestima, sino la vida, ya que lo puede orillar al suicidio”.

Pero en la mayoría de los casos, “el estrés de la subordinación” lo que hace es llevar a la enfermedad.

El bajo nivel socioeconómico conlleva un amplio riesgo de problemas de salud. Por ejemplo, si usted tiene un estatus muy bajo, esto le puede elevar la presión sanguínea, afectarle el sistema inmune y dañarle el corazón.

La pregunta es, ¿hay alguna esperanza de felicidad en un mundo masculino tan complicado?

En conclusión

El hombre podría estar obsesionado por el estatus, pero no siempre está en conflicto con la búsqueda del éxito. De hecho, aun si usted se encuentra en el último nivel de jerarquía, es posible sentirse feliz consigo mismo.

No podemos decir que siempre funciona así para todos. El mundo está lleno de disputas, y la expresión “toma más de lo que puedas” sigue siendo el lema masculino —sobre todo cuando se trata del sexo.

Pero el estatus no siempre sobrevive a través del poder. Aun entre los chimpancés, los líderes que viven más son aquellos que besan a sus hijos y comparten lo que tienen.

Algunos hombres con estatus podrán tener mucha testosterona, pero podrían necesitar de un poco de serotonina (tranquilidad mental) para controlar sus impulsos, ya que la prudencia es más efectiva que la fuerza cuando se trata de sobrevivir. “Y si usted ejerce el abuso de poder, probablemente es porque está en el proceso de perderlo”, dice un experto en conducta humana.

Sea como fuere, en este milenio, al igual que en el anterior, el hombre seguirá su lucha por conquistar su propio espacio en el ascenso hacia el éxito y el poder. Que es precisamente lo que les encanta a las mujeres.

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