ºººEl silencio puede sanarººº


Permanecer en silencio tiene efectos prácticos muy sanadores: serenidad, distensión, relajación, atención consciente, intuición creativa... Uno de los beneficios más importante de la práctica regular del silencio es su poder antiestrés.

Efecto armonizador

“Ello se debe a que no hay tanta interacción con los estímulos externos sino una mayor atención hacia lo que hay dentro: pensamientos, emociones, sensaciones, que vienen y van, en la mente, el corazón, el cuerpo”, explica el Raúl Vincenzo Giglio, profesor de yoga y meditación de la Escuela Española de Desarrollo Transpersonal, en la que se realizan retiros de silencio y atención consciente.

Permanecer atentos y en silencio a lo que nos sucede tiene un efecto armonizador. Esa mayor capacidad de atención y observación acaba produciendo un estado de neutralidad, en el cual somos menos sectarios, intolerantes, partidistas y subjetivos.

Ello tiene una serie de resultados prácticos muy sanadores: serenidad, distensión, relajación, atención consciente, intuición creativa, soluciones insospechadas, compresiones repentinas.Otro de principales efectos terapéuticos del silencio –según Vincenzo Giglio- se produce en las crisis personales y procesos de crecimiento, que producen una reorientación hacia dentro de nosotros mismos, invitan a mirar lo que nos duele y a discernir dónde está la raíz de nuestro dolor para tratar de superarlo.

Es un bálsamo enriquecedor

En vez de tapar o aliviar con una pastilla, estos momentos duros pero enriquecedores, similares al parto que origina una nueva vida, es preferible abordarlos de la mano del silencio, un estado de plenitud en la cual hay más unidad interior, una mayor presencia en el “aquí y ahora” y menos fragmentación entre el pasado y el futuro.

“En momentos de crisis, si permanecemos en silencio un rato, en contemplación, podemos observar nuestros pensamientos y relativizarlos”, aconseja este terapeuta.

Al observar a nuestra mente ir y venir, podemos soslayar algunos pensamientos negativos y “desobedecerlos”, evitando que nuestras emociones y acciones vayan detrás de ellos.

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