Son innumerables las películas que se han hecho sobre el personaje de Scrooge, el viejo amargado que no se conmovía ni un poquito para con el prójimo, ni siquiera en la Navidad. Los estudios Walt Disney decidieron volver a llevar al cine esta historia de Charles Dickens en la Inglaterra victoriana, adelantándose a las fiestas navideñas de este año y dándole otro aspecto. Básicamente, centrar la acción en torno al personaje interpretado por Jim Carrey, usando la técnica de animación llamada motion capture. A Christmas Carol se estrena el 6 de noviembre.
Por obra y gracia de tres fantasmas
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Estos fantasmas (que también llevan las voces de Carrey, aunque él no es el único actor en hacer múltiples voces en esta película ni el único al que a veces no se le entiende) le mostrarán a Scrooge sus errores pasados -incluido el fracaso amoroso con Belle (Robin Wright Penn)-, sus omisiones presentes -incluida la enfermedad del hijo de Cratchit, Tiny Tim- y su propia muerte en el futuro. Por obra y gracia de estos tres fantasmas, el viejo Scrooge tendrá que redimirse con la humanidad a la que le dio la espalda todos estos años.
Los efectos son espectaculares: el paseo aéreo por Londres se compara a las vistas de París en Ratatouille; la personificación de Scrooge por Carrey se delata más en las escenas alegres, cuando el actor hace sus característicos bailes ridículos, reflejados gracias al motion capture, la técnica estrenada en The Polar Express. Es lógico: se trata del mismo director y guionista, Robert Zemeckis.
Al tratarse de una historia llevada tantas veces al cine, tenemos que concentrarnos en estos aspectos superficiales, que son los que las diferencian. Es decir, el mismo cuento con otra portada. Y no está de más mencionar que algunas escenas no son precisamente apropiadas para los niños más pequeños. No es por gusto que A Christmas Carol está clasificada PG.
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