Si es un varón, esa simetría debe incluir un torso grande, buenos hombros, pechos pequeños, piernas fuertes y una altura aceptable. No, no es un frankenstein. Si usted entra en esta categoría, considérese sexy. Para las mujeres, lo mejor son las piernas largas, el pecho considerable, hombros pequeños y una proporción cintura-cadera determinada.
En apariencia uno, inconscientemente recibirá estas imágenes corporales y las relacionará de manera inmediata con salud, calidad de los genes, capacidad competitiva o reproductiva.
El resultado fue contundente: los cuerpos simétricos resultan más atractivos sexualmente, si bien esa simetría es muy diferente según el sexo de la persona en cuestión. En los varones, se valoraron rasgos con una alta masculinidad, mientras que las mujeres más atrayentes son, precisamente, las que tienen menos rasgos varoniles.
En definitiva, la simetría corporal está directamente relacionada con la atracción sexual humana y, por tanto, a lo largo de millones de años de evolución se han ido concretando sus rasgos mediante la selección natural. De hecho, somos la única especie que ha abandonado las feromonas por un aspecto físico concreto como fórmula de atracción permanente.
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